La capacidad de razonar y pensar del ser humano es positiva, como lo demuestran las diferencias que hay entre nuestra especie y las demás del reino animal, pero desde otro ángulo puede entenderse como negativa ya que, al ser diferentes, la visión de la realidad global y de las metas ideales en el futuro con frecuencia generan conflictos que en ocasiones pueden terminar en enfrentamientos. Pero los conflictos tienen aspectos positivos ya que incitan a soluciones que pueden culminar limitando daños y variando las condiciones de vida vinculadas al progreso que han hecho que la situación del conglomerado humano mejore. Lo importante es que estos desacuerdos culminen en acuerdos satisfactorios.
Esta situación se capta con mayor claridad en el ámbito de la política de manera especial en el sistema democrático que acepta la libertad de personas y agrupaciones para plantear soluciones distintas vinculadas al bien común. En sistemas políticos autoritarios la “solución” es fácil ya que lo único que cuenta en las decisiones es la voluntad de los que controlan el poder con una visión dogmática de la realidad, siendo el dogmatismo la negación de la capacidad de razonar y pensar de manera diferente. El sistema democrático, ante estas diferencias positivas, establece caminos para solucionar problemas mediante acuerdos.
El diálogo es el camino apropiado siempre que no se limite a exponer ideas entre los que tienen visiones distintas de los problemas, sino voluntad de salir adelante haciendo concesiones a lo que se considera correcto. De alguna manera creemos que el éxito de los diálogos es la suma de concesiones que las partes en desacuerdo hacen considerando que el bienestar colectivo es más importante que el predominio de una visión. En los meses de ejercicio del poder entre los gobernantes y opositores hay divergencias. Con optimismo creemos que, salvo excepciones, hay una voluntad de dialogar para superar los desacuerdos mediante acuerdos.