En la antigüedad las satrapías que decían gobernar a nombre de los desposeídos incidían y definían lo jurídico, y las corrientes absolutistas del poder imponían el sometimiento de los jueces y de las personas al tirano. Recordemos la frase: “señores de vidas y haciendas” que describe su ilimitado poder.
Con la Ilustración y el Positivismo toma vigor el Conocimiento Científico que en su proceso de innovación cultural instaura el Estado de Derecho.
Sin embargo, el Fúhrer como el Soviet Supremo hacía de las suyas y hoy los dictadores del siglo XXI imponen su sistema de corrupción y vemos el deterioro de los principios rectores del Derecho.
Con inusitada euforia, sin consideración alguna para el nasciturus, se legaliza el aborto. Y, practicando la línea de la impunidad se festinan los procedimientos penales para liberar a los terroristas que impusieron la violencia en octubre del 2019.
En otros momentos y situaciones, sin vergüenza alguna los portadores de grilletes los ostentan… hubo quien llamó a decir donde dejó los suyos, una vez que fugó del Ecuador. No es de extrañar que las mafias controlen las cárceles y que olvidando normas expresas como la contenida en el artículo 11 numeral 9 de la Constitución y las que garantizan los bienes jurídicamente protegidos, se limiten las medidas peculiares al Estado de Excepción y las necesarias acciones de la Fuerza Pública para proteger a los ciudadanos del crimen organizado y de la delincuencia común, acciones peculiares del populismo penal.
Cuestión de criterio se dice. Por este camino poco hace falta para que la anomia se imponga y se defina que es legítimo robar, que es justo asesinar, que la mentira es verdad y que la estulticia es genialidad. (O)