Respecto a la salud, la nueva variante del coronavirus, además de las ya existentes cuyos contagios no paran, deben ponernos a la defensiva; tampoco desentendernos del reclamo y angustia de quienes sufren de enfermedades catastróficas.
Tarde o temprano la variante ómicron llegará a Ecuador; creer lo contrario es por demás ilusorio. El gobierno hace lo suyo: el plan de vacunación, incluyendo a los menores de edad, y ahora acelera la tercera dosis.
El resto corresponde a la población. Lo sucedido en Quito al conmemorar su fundación es para espeluznar a cualquiera. Las diversiones, desmedidas por cierto, ponen de manifiesto muchas cosas, sobre todo la indisciplina individual y colectiva; el irrespeto y desamor a sí mismo y a los demás.
Comportamientos, si bien no iguales, suceden en el resto del país. Y los resultados ya se muestran: aumentan los contagios. Los hospitales vuelven a abarrotarse de enfermos.
Los epidemiólogos, preocupados esperan resultados de los excesos ocurridos en Quito. Tras el gusto viene el susto, dice la sabiduría popular.
Restan pocos días para las celebraciones de Navidad y Fin de Año. Volverán las reuniones familiares; entre amigos. Muchos vendrán del exterior. Retornarán las aglomeraciones en calles y plazas para despedir al año; en el caso de Cuenca, el Pase del Niño Viajero, caracterizado por una masiva participación.
¿No son razones suficientes como para abrir los ojos y cuidarse?
Lo otro, las protestas de pacientes con enfermedades catastróficas pasan desapercibidas. El gobierno no se inmuta. El vicepresidente de la República, la ministra de Salud, por ser médicos, lo saben: si esos enfermos no ingieren medicamentos según la dosificación o no lo hacen, sus vidas penden de un hilo.
No hay o escasean medicinas para esos enfermos en los hospitales públicos; pero el Estado vira la cara hacia otro lado. Esto se llama indolencia.
Pasó la hora de “descubrir” la calamitosa situación de la salud pública, del “baño de popularidad”, de ofrecer y ofrecer. Pero todo sigue igual. Aquella protesta así lo confirma. ¿O no?