Rusia ganó la segunda guerra mundial junto a Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, “los aliados” en general, contra “el eje” conformado principalmente por Japón, Italia y Alemania. Esta última fue dividida en dos para colocarlas bajo el control de los vencedores. Desde entonces Moscú entró en la categoría comercial, financiera, militar como “nación más favorecida”.
Pronto notó sin embargo que era solo pantalla, aprovechada por Norteamérica y Europa para desmembrar la Unión Soviética. Constantemente reclamó mientras seguía armándose porque no era escuchada, hasta que explotó bajo el pretexto de Ucrania, que ahora resiste con el apoyo logístico, bélico y económico de la OTAN. Tal situación unida a la cantidad de sanciones contra el Kremlin, amplían la brecha ya existente entre Oriente y Occidente. A la rivalidad militar se une la prensa tradicional y virtual.
Un nuevo orden global creará asimismo la decisión tomada por las potencias del Viejo Mundo, para duplicar su presupuesto destinado a la defensa, que les conducirá inevitablemente a una carrera armamentista. Berlín ya anunció cuanto: dos por ciento del PIB que representan alrededor de 103.000 millones de euros; las restantes estudian el asunto.
En lo monetario probablemente el oro y las criptomonedas vayan reemplazando al dólar, como refugio de las reservas internacionales, y predominio en las transacciones comerciales.
“Cuando el primer mundo estornuda, al resto le da gripe”. Símil médico que aplicado a otras actividades, traduce la influencia hacia el planeta entero del vaivén que experimentan los grandes. Por eso la confrontación armada Rusia-Ucrania, aunque parezca lejana Latinoamérica la siente ya en su economía, parcialmente mitigada en el caso de Ecuador, con el alza en el precio del petróleo. (O)