De achaques y urgencias

David G. Samaniego Torres

Alguna vez escuché a un maestro, muy apreciado por su versación y carisma, que el mundo se hizo para gente despierta, siempre alerta, porque el apuro de hoy es la urgencia de mañana; además, decía aquel sabio, que los pasos de la vida tienen prisa y ocasionan lesiones. Con achaques y dolencias despachamos apuros, pero al final la humanidad avanza.

Ecuador, de unos años a esta parte, camina mal herido; se le asestaron golpes a traición debilitándolo de manera cruel y aleve. Hoy, luego de un tiempo demasiado prolongado, se trata de re habitarlo, tarea nada fácil y al mismo tiempo: necesaria, urgente, impostergable. Caminamos con recelo, soñamos inquietos, sabemos qué hacer, a dónde dirigirnos, pero aún sentimos un recelo interno, un miedo agazapado que nos roba decisión y fortaleza. Estamos en el intento, nos hemos resuelto por ese camino porque es ahora o la ilusión se habrá marchitado, ahora, y no más luego, o tal vez mañana. Es ahora porque sencillamente debe serlo.

Ese ego que llevamos adentro necesita resurgir, adiestrarse para la lucha, estar dispuesto a pelear para rescatar la verdad, decidido a no ser parte de los escuadrones del miedo. En esta acometida de pundonor para rescatar valores y enraizar virtudes se fundamenta la recuperación de nuestra patria, que no será obra del presidente de la república y de sus ministros, sino de todos quienes estamos conscientes de cambios impostergables para clavar hondo nuevos cimientos que permitan reconstruir el Ecuador perdido y dar vida a nuestros anhelos y esperanzas.

En un breve análisis del origen de nuestros males es indudable que una década y algo más atrás, quienes conducían Ecuador descubrieron que nuestro país era una mina de riquezas múltiples fácil de ser explotadas para lucro personal y para esto concibieron un plan macabro: convertir a ciertas instancias  públicas en arcas personales y adiestrar a gente menesterosa para ser actores de pillajes de variada índole.

Es urgente que las organizaciones que buscan el bienestar social y, el ministerio de educación en especial, se apersonen de la reorientación de nuestra niñez y juventud.

Soy maestro, en mi vida siempre disfruté de la cercanía de estudiantes escolares y colegiales; conozco la mente y el corazón de nuestra juventud: son terrenos aptos y generosos para sembrar ideales. Sin embargo, vale tener presente que ‘verba movent, exempla trahunt´: las palabras mueven, el ejemplo arrastra. (O)

Dr. David Samaniego

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Fundador de Ecomundo, Ecotec y Universidad Espíritu Santo en Guayaquil. Exprofesor del Liceo Naval y Universidad Laica (Guayaquil), Rector del colegio Spellman (Quito) y del colegio Cristóbal Colón (Guayaquil).

Publicaciones relacionadas

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba