La trampa de las razones: una reflexión desde la Biblia para nuestro tiempo

“Dios hizo sencillo al hombre, pero él se complicó buscando muchas razones”. Así lo expresó el sabio autor del libro de Eclesiastés, una joya del pensamiento bíblico que, siglos después, sigue dándonos luz sobre la condición humana.

Esta frase, breve pero poderosa, revela una verdad profunda: fuimos creados con una naturaleza simple, no en el sentido de limitada, sino pura, enfocada, conectada con lo esencial. En su diseño original, el ser humano no necesitaba más que caminar con integridad, amar con sinceridad, vivir con propósito. Pero esa sencillez fue pronto enredada en el laberinto de las razones: excusas, justificaciones, ambiciones, y deseos que, lejos de acercarnos a la verdad, nos han extraviado de ella.

En nuestra época —saturada de información, opiniones, un laberinto de leyes y análisis interminables— esta reflexión resuena con fuerza. Nos aferramos a explicaciones para todo: para nuestras decisiones, para nuestras omisiones, para nuestras contradicciones. Y en ese intento constante por razonar cada aspecto de la vida, perdemos de vista lo que realmente importa: la humildad, la compasión, la solidaridad, el servicio, la verdad simple que habita en lo cotidiano.

Quizás el problema no sea la razón en sí misma, sino su uso desmedido como escudo o atajo. No está mal pensar, buscar, cuestionar; pero cuando la búsqueda se vuelve excusa para eludir la responsabilidad o para justificar el egoísmo, entonces la razón se vuelve trampa. Volver a la sencillez no implica renunciar al pensamiento, sino ponerlo al servicio de una vida más plena. Significa redescubrir el valor de la honestidad sin adornos, del silencio sin ruido interior, de las decisiones tomadas con el corazón claro.

Tal vez Eclesiastés nos está recordando que la sabiduría no está en saber mucho, sino en vivir bien. Y que la verdadera libertad no se encuentra en la maraña de razones, sino en la claridad de una conciencia en paz. Por ello, si hemos caído en el hábito de complicarnos la vida o en otras esclavitudes, ¡levantémonos! Esto sí es posible cuando hay reflexión serena y determinación firme. Afortunadamente la mayoría de ecuatorianos lo acabamos de demostrar en las últimas elecciones, indicando con nuestro voto, que no queremos un ambiente de mentira y opresión, sino un fututo en libertad y progreso, que será una realidad lograda, si la tarea por días mejores no la dejamos en las manos de nuestros gobernantes, sino que la asumimos personalmente y con responsabilidad.  (O)

Padre Bolívar Jiménez

Sacerdote, 1981. Licenciado en Ciencias Religiosas, Diplomado en Derecho Canónico y Doctor en Derecho Civil. Vicario Episcopal y Vicario Judicial de la Arquidiócesis de Cuenca. Docente, Párroco de Cumbre.

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