Que las lógicas de gestión empresariales se hayan expandido a ámbitos, en un principio extraños y distintos al del mercado y de la rentabilidad, estableciendo para ello un conjunto de técnicas y de procesos, tiene un nombre: managerialismo. Lo interesante es que este fenómeno literalmente ha colonizado esferas como la de la política, la educativa y la subjetiva, instalando una visión tecnocrática y administrativa. La figura referencial en esta forma de pensar y hacer las cosas es el manager, el administrador que busca mejorar el rendimiento, supervisar la asignación de tareas para el cumplimiento de ciertos objetivos, todo ello en función de alcanzar resultados de manera eficiente y con calidad. Conocer estos conceptos limitados y marcados por la inmediatez, ha pasado a ser necesario para la adecuada integración productiva, y hasta para la normalidad. Y por ello resulta casi obvio que del manager tradicional se pase al manager-coach, el verdadero transformador pedagógico, que además motiva y desarrollas las habilidades de las personas para autoadministrarse, dentro de ese horizonte de sentido. Es que el sistema capitalista pasó de ser un modo de producción de cosas a ser un sistema político y económico, luego un modo cultural y simbólico y finalizar como un régimen de subjetivación: lo interesante de esto es que, en un nivel complejo, el sistema cultural produce valores, narrativas e imaginarios, pero el régimen managerialista produce formas de desear desarticuladas de la crítica a sus fundamentos ideológicos, convertidos ahora en fundamentos naturales. Y en este régimen -incuestionado- de gestión de la vida, ya no existe la injusticia por la sencilla razón de que la sociedad, en general, dejar de reflexionar sobre, y de reconocer aquello, que es la justicia. (O)
