Las minorías siempre han sido y serán incómodas para cualquier tipo de gobierno, con mayor razón si tienen tendencia al autoritarismo, detestan a la oposición, olvidando cuan necesaria es esta en democracia.
A pretexto de tener gobernabilidad, confiando siempre en tener el apoyo popular a toda costa, lo cual no es tan cierto, los gobernantes optan por contar con las más amplias mayorías en el Legislativo. En el caso de los alcaldes, en los Concejos Cantonales.
Si aquel no es el objetivo, ¿cuál la razón de fondo para cambiar el método de asignación de escaños, un empeño jamás imaginado en el gobierno de Daniel Noboa?
Al cierre de este editorial, la Asamblea Nacional debatía el proyecto del oficialismo para cambiar el método D’Hondt por el de Webster, aprobado inicialmente en la Comisión de Justicia con votos de gobiernistas y, quién lo creyera, de su aparente enemigo político, el correísmo.
El primer método, precisamente favorece la representación de las minorías, o sea el principio de proporcionalidad previsto en la Constitución.
El de Webster le permitió al gobierno de Rafael Correa tener mayorías aplastantes en la Asamblea. Luego fue declarado inconstitucional en 2020.
Era el método predilecto del movimiento del exgobernante y por el cual siempre abogaba. Ahora su supuesto contradictor le entrega en bandeja, se unen, entre los dos tienen amplia mayoría y, con seguridad, ayer lo aprobaron.
El movimiento de Noboa cree tener el respaldo popular conseguido para su segundo mandato. Pretende consolidarse como la primera fuerza política, pero olvida al anticorreísmo, gracias al cual llegó a Carondelet, y es mucho más pese a su volatilidad.
¿Hay acuerdo entre esos dos movimientos para fomentar el bipartidismo, o sea entre ellos disputarse la representación política nacional?
Una jugada nada democrática. Es momento de pensar, lo dirán muchos, en una tercera vía, es decir ni noboísmo ni correísmo.
