¿A quién elegir?

José Chalco Salgado @jchalco

            A quién elegir en las elecciones presidenciales anticipadas del mes de agosto, es la nueva pregunta. Es la consulta de moda. En los pasillos, en la calle, en las aulas, en la sobremesa.

            Respondamos. Ecuador, yo diría la región Andina, desde su independencia de la Colonia, ha vivido experimentos mesiánicos. El caudillo militar. El caudillo civil. El populismo. Y los modernos salvadores del siglo XXI. Es una historia más repetida, que aprendida. Si se mira al propio Simón Bolívar en su ejercicio como libertador, se observa que más allá de sus buenas acciones, es el líder con sus ideas, su discurso, su manifiesto, su protagonismo, su batalla, su vida personal y afectiva. El salvador. El personalismo.

            Difícil va a ser dar la vuelta a la historia. Constituyen senderos aprendidos y difícilmente rotos desde los electores. Y los ecuatorianos ¡vaya que varias ocasiones nos hemos equivocado! Se ha elegido al de su discurso, al de su lucha, al de su historia, al de su ofrecimiento, y muy poco se suele mirar al candidato que construye procesos rigurosos, estadistas, republicanos o serios. Gusta más el baile y sainete. Llama más la atención el insulto y show. Enciende la euforia el que más abraza y más sonríe.

            Pero el momento que vive el Ecuador luego de la activación de la muerte cruzada, el desplome de la institucionalidad, la afección a la independencia de poderes, la inseguridad y ausencia de efectividad desde el gobierno de turno, requiere de respuestas y salidas institucionales. Me explico. No es tiempo de elegir al que ofrece (léase miente) con hacer obra pública e invertir en puentes y hospitales. Es un tiempo diferente. El siguiente presidente tendrá un año y cuatro meses para gobernar. ¿Qué se necesita en tan corto tiempo? Ejecutorias para poner a flote al país en su orden constitucional, en garantizar la independencia funcional, en dejarlo limpio en su imagen internacional post muerte cruzada, en resolver la inseguridad y afianzar al Estado casi fallido que tenemos.

            Entonces, como ve, no es una elección cualquiera. Es distinta. Sedúzcase menos por el bailarín y abrazador y tómese en serio que lo que importa en el país es la institucionalidad, la democracia y el cerrar los capítulos de corrupción y desorden. Es decir, poner de nuevo a flote al país. No está tan difícil ¿verdad? (O)