La agresión en el hombre

Edgar Pesántez Torres

La conducta que tiene por intención dañar o destruir a otra vida, más si es de la misma especie, se conoce como agresión, que para muchos es innato al hombre que nace con las pulsiones de hacer el bien y de concebir el mal, es decir, aquel instinto del que habló S. Freud: amor y muerte, es decir, Eros y el Tánatos. Así es como lo utilizan los filósofos, científicos y artistas al poner a estos dioses en el centro de sus reflexiones, inventos e imaginación.   

Quizá la dirección agresiva sea debido a una respuesta adaptativa a la frustración, en su esfuerzo por sobreponerse y zanjar los obstáculos que entorpecen el alcance de sus metas, muchas inalcanzables por limitaciones personales, culturales y sociales. También es evidente en la evolución y desarrollo del ser humano que la agresión y la violencia parecen ser un fin en sí mismo, movidas por sentimientos hostiles y por odios que a veces no parecen tener propósito o causa, situación aún más grave.

En los tiempos que corren, con el adelanto de la ciencia y la tecnología belicista, el exterminio de las especies y de las comunidades más débiles, es un fenómeno corriente que ya no espanta. A ello se ha sumado los medios de comunicación de “masas” y ahora Internet con las redes sociales, que se utilizan indiscriminada e inescrupulosamente para inyectar odio, ira, venganza y envidia, inclusive promueven cualquier modalidad de guerra local, nacional o mundial.    

Todo lo anterior se patrocina con el nombre de guerra psicológica, en consideración a que la palabra guerra supone un enemigo, una oposición entre dos individuos u organismos que se resuelven por medios agresivos. Hay una idea de pugna que hay que resolver por la fuerza debido a que han fallado los demás procedimientos, a lo que se suma una red de medios persuasivos o coactivos.  

Aún no llega el día en que se sienta la profecía de Alfredo Adler en el sentido que el sentimiento de comunidad sea tan natural en la humanidad como la respiración o la marcha erecta, agregaría hacer el amor.  La agresión y la violencia han conducido a la guerra y la política tiene en sus manos para conseguir sus fines, cuando adquiere la creencia de que los demás fracasarán. Ante lo dicho, solo queda recurrir a la Educación para la Paz que debe comenzar en el hogar hasta llegar a la autoconciencia, pasando por la enseñanza escolar.  (O)