La nota sensible

Estéfani Chalco Salgado

Hay papelitos con frases que llegan al corazón. Pensamientos en esos blocks de colores fluorescentes y pasteles que colocamos en el computador con la misión de recordarnos un pendiente, darnos ánimo mientras trabajamos, o mirarlo cerca del espejo con las palabras de energía que deseamos repetir en nuestra mente al iniciar el día.

Son notas que cargan con carácter y voluntad para convencernos de nuestro amor propio. A veces portan la nostalgia del recuerdo y una expresión de amor. Se vuelven sensibles por el valor inmaterial que rememoran.

Pero también existe una nota sensible en la música. Desde la parte técnica, se define como esos tonos en las escalas que necesitan una resolución hacia una nota ascendente que está a solo medio tono de una tónica; por ejemplo, en la escala de do mayor, al piano, tenemos que el orden va: do, re, mi, fa, sol, la, si. Este último si, es la sensible de la escala. Precisa cerrar la melodía, medio tono más arriba, que vuelve a ser el do. Es como el tarareo de una nueva canción que escuchamos por primera vez, y ya sabemos cómo debe terminar. Es la nota en el espacio buscando algo más.

Si bien es un nombre para referirnos a tonalidades, podemos asociar la definición a la sensibilidad universalmente pensada y vivida bajo la necesidad de concluir un sueño de nuestras vidas. De hecho, he evocado este tema al leer una novela francesa titulada “La Note Sensible,” (2002) de Valentine Goby. En medio de un amor platónico de una ragazza con un violonchelista, ella le pide a él darle un nombre, o definirla, a lo que él responde: “Tú eres el medio tono. Tú eres la entre dos, la nota suspendida, el equilibrio frágil…eres quien podría ser y no lo es, eres un posible. Eres la nota en movimiento obligado hacia otra…Tú eres la incertidumbre. Tú eres la nota sensible.”

Hay ese medio tono en el amor a los hijos, pues el cariño que entregamos siempre aguarda a un tono más. El equilibrio se hace frágil en el día a día, cuando viajamos nuestro camino hacia un destino, y de repente, paramos, nos asustamos, y nos quedamos ahí, a medias, sin concluir. Luego, notamos que algo falta, y avanzamos ese pasito. Somos la nota sensible del espejo y el ordenador, de la frase escrita y la posibilidad anunciada. Somos la nota por resolver de nuestra propia melodía de vida. (O)