Reformas a la educación

Está bien reformar la educación para adaptarla a las exigencias modernas, como anuncia el gobierno nacional. Aprecio el libro, los cuadernos, el lápiz, el bolígrafo, la pizarra, pero admito que deben dar paso al internet, la computadora, el teléfono celular, lo virtualidad en general. Lo que jamás podrá cambiar es la formación hacia el esfuerzo, el espíritu competitivo, la creatividad, el emprendimiento, la confianza en sí mismo.

He aquí los objetivos a buscarse en esta materia, aprovechando lo positivo existente como el bachillerato diversificado; la preparación docente; las pruebas para acceder a la universidad, que deben venir al menos desde el último año del ciclo diversificado, mediante el estricto seguimiento de las calificaciones que expresan la inclinación estudiantil, la orientación vocacional. El nivel superior requiere excelencia, y quienes no la alcancen pueden escoger las carreras intermedias. 

Ningún empeño externo sin embargo resultará suficiente, si el hogar, la familia, el entorno social no se involucran en ello. Porque son irremplazables para inculcar valores como el servicio desinteresado, la ética y moral, el respeto, la dedicación al trabajo, la responsabilidad. 

Obligadamente la educación se conecta con la economía, transformando al gasto en inversión hacia el presente y futuro. La pandemia propinó duro golpe al respecto, pues el PIB ecuatoriano bajó a -7,8%, de lo cual recuperaremos este año apenas el 1,5%, según proyecciones del Banco Central.

No perdamos la fue en todo caso, porque somos capaces de transformar las dificultades en oportunidades, a ejemplo de pueblos que se levantaron de sus escombros, para colocarse a la cabeza del mundo desarrollado. Y el principal impulso da la formación integral, que empatiza con las exigencias del momento.  (O)

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