Hemos preferido la palabra que incendia a la que enciende, la que critica a la que practica, la que confronta a la que construye.
Humanicemos nuestro pensamiento mediante la puesta en práctica de un espíritu razonable que elimine la violencia verbal, las amenazas, los atentados contra la integridad física y psicológica de todo ser humano. Responsabilidad histórica que pesa más sobre los gobiernos a los que se les ha encomendado la delicada misión, de guiar a la humanidad por los caminos de la verdad, la ética y la moral.
Emprendamos el rescate de la conversación y el diálogo razonable, instrumentos indispensables para la resolución pacífica de nuestras controversias.
La conversación se da más fácilmente en sociedades de hombres imbuidos de cierto espíritu de ocio, facilitándose la misma, por su grado de humorismo y su apreciación de los matices más ligeros de la vida en general porque hay un evidente distingo entre charlar, sencillamente, y conversar.
Podemos hablar y discutir de negocios con todo el mundo, pero hay muy pocas personas con quienes podemos sostener verdaderamente una conversación; por eso, cuando encontramos un verdadero conversador, el placer es igual, sino superior al de leer a un valioso autor con el deleite adicional de escuchar su voz y observar sus ademanes y estas conversaciones quedan entre los recuerdos que acariciamos durante toda la vida.
Por mucho peso e importancia que tenga el tema, aunque signifique reflexiones sobre un triste cambio, o el estado de caos de la patria, el naufragio de la misma civilización bajo la corriente de alocadas ideas políticas que privan al hombre de la libertad, la dignidad humana y hasta de la meta de la felicidad humana; o, aunque comprenda conmovedoras cuestiones de verdad o justicia, todas las ideas deben expresarse despacio dentro de un marco de respeto mutuo.
Señores gobernantes, tolerar no es transigir sino respetar a los otros porque tienen la dignidad de personas, y además poseen valores que nos pueden enriquecer y complementar. La verdadera tolerancia respeta las ideas de los otros, aunque no las compartamos.
La tolerancia busca fomentar un clima de respeto y buena convivencia: trata de encontrar la verdad con los demás cualquiera sea su punto de partida. Dialoga y asimila. Sabe ganar y perder, sin que la derrota constituya una tragedia.
Las personas intransigentes con que nos topamos son duras, tenaces, inamovibles y cuando son autoridad imponen sus ideas marcan límites, crean el bien y el mal, resultan fanáticos con razones, por su talante no pueden ser modelo de demócratas. (O)