La movilización masiva de sus habitantes en defensa de las fuentes hídricas, abastecedoras milenarias del agua y parte sustancial de un ecosistema único, es, sin duda, el principal acontecimiento ocurrido en Cuenca, si de resaltar los hechos positivos se trata al conmemorar 205 años de independencia.

La ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad, referente para el país por su creatividad, bien valorada a nivel internacional, ser lugar predilecto de turistas nacionales y extranjeros, llega a esta “edad política” cargada de fe, de confianza en sus propios medios, en la pujanza y temple de su sector productivo, artesanal, artístico; igual de su juventud y de sus mayores cuyo legado perdura.

Pese a la diversidad política, a la controversia  por querer hacer lo mejor por su ciudad, sus autoridades de elección popular siempre mantienen un solo norte, esa visión para sostenerla en el sitio que le ha puesto la historia y es mirado con respeto y admiración.

Quienes lucharon por su independencia, quienes condujeron su destino a lo largo de estos 205 años, quienes lo dieron todo para su progreso, para mantener sus tradiciones, no han “arado en el mar”, y deben sentirse satisfechos.

Las actuales generaciones tienen la obligación de seguir esos pasos, de proponer otras metas, de comprometerse políticamente, de verla y   proyectarla siempre con un horizonte de 10, 20, 30 años, o más. 

Lo descrito mal puede nublar la razón como para no señalar sus necesidades y problemas, uno de ellos la movilidad, la gentrificación de su Centro Histórico, por qué no la inseguridad, pero nada comparable con otras ciudades; igual su crecimiento urbanístico, y hasta un  quehacer político impropio al momento de discutir ideas, posturas, proyectos.

Sirva esta conmemoración para renovar esfuerzos y sueños por Cuenca. Debe seguir por la senda de ser la ciudad orgullo del Ecuador, y el del Ecuador por tenerla.