¡25 naranjas por un dólar!

Santiago León

¡Venga mi rey, lleve no más! ¿Qué estaba buscando mi bonita? ¡Almanaque Bristol! Son las voces coloridas que escuchamos cuando vamos a un mercadito a hacer las compritas para la semana. Los sonidos pintorescos se han vuelto parte de nuestra cultura. Los momentos bizarros que a veces presenciamos en estas plazas, son memorables.   

Pero mi pana, lo ocurrido esta semana en la Asamblea Nacional causa bochorno. Es que los gritos, insultos, arengas de los legisladores revolucionarios nos hacen dar cuenta que elegimos como autoridades a arlequines. Definitivamente, la política debe estar lejos de estos guacharnacos.

Nuevamente, la Asamblea Nacional se ha convertido en un mercadillo. A diferencia que en una hay actividad comercial. ¡Todos ganan! En cambio, en el circo legislativo lo que se busca es ganar impunidad, ocultar a los corruptos, condecorar a los traficantes o buscar amnistías para sus líderes.

Y lo peor de todo, es que en menos de un año tendremos que elegir a otros asambleístas. Ahora, con la novedad que incrementará el número de legisladores. Es decir, el pueblo debe seguir camellando para pagar los sueldos de esta clase política, que ha visto en el sector público la fuente principal de empleo y emprendimientos. Nunca está de más dar un contratito al pana que financió la campaña, para que se lleve unas luquitas por montones.

Me pregunto, ¿por qué no son civilizados? Cuál es la necesidad de ir a legislar con gritos, insultos, escupitajos, puñetes, patadas. Si van con esa consigna, mejor quédense en la casa, porque el único afectado es el pueblo. Son los ciudadanos que buscan que estos “tipejos” hagan algo para controlar la inseguridad. Que ofrezcan alternativas para proyectos de inversión. Que haya mejores condiciones laborales, pero no. No se ilusione si seguimos eligiendo a esa tracalada de chimpancés. Disculpará si me subo de tono.

En fin, las constelaciones del Walter Mercado predicen que ese partido político de quinta, que llevó muchos años en el poder, va desapareciendo de a poco. Se van al más allá y de allí no podrán resucitar jamás. Los tripulantes están abandonando el barco. ¡Adiós, criaturitas del universo!  (O)