¡Cuidado!!, y un baldazo de agua cortan la respiración y las palabras que apenas brotan, en un tímido reclamo: ¿Qué pasa?, “ele, carnaval es pues”, es que estoy un poquito agripado, “agua de carnaval no hace mal”, y va la repetición y un gloriado para el frío, ¡salud!! Son días de carnaval y tiempos de licencia que consiente todo exceso, jugar, mojar y brindar en igualdad de condiciones, reminiscencia de sus orígenes, cambiando al paso del tiempo y las influencias culturales locales, pero conservando su esencia: fiesta popular, libertad de celebración, exceso gastronómico, bebida, agua y farra.
Decíamos desde sus orígenes, considerando su antecedente más remotos las saturnales romanas en honor a Saturno, llamadas también bacanales en referencia al dios Baco, celebraciones que a su vez recogían elementos de las dionisíacas griegas en honor a Dionicio, y estas de múltiples culturas agrarias del mundo y andinas desde luego, y el referente popular característico, como en la antigua Roma, siete días de licencia a los esclavos para celebrar en libertad, incluso designando su propio rey, tradición que persiste en el Rey Momo de algunas celebraciones. Existen elementos que trascienden en los modos de celebrar en la actualidad, aunque van perdiendo espacio: se podía mojar a todos sin distingo; baldazos de agua, bombazos, polvo, lociones, papel picado o serpentinas indistintamente; si te invitan un trago y es ritual aceptarlo; una gastronomía específica hecha de carnes, dulces y bebidas: se ingresaba en cualquier casa y eras bienvenido y servido; música específica para cantar, bailar y animar la farra; vestuario especial para recibir agua, colorantes, papel picado, en fin lo que esté al alcance. Léase “El pishquista carnavalero” en La Escoba.
Tienen su componente religioso fundamental los carnavales cristianos, son como antecedente a la Cuaresma puesto que, a una semana de locura y desenfreno festivo y gastronómico, el calendario cristiano otorga 40 días de retraimiento y penitencia por los excesos carnavaleras y reflexión para recibir la Semana Santa que se inicia el Miércoles de Ceniza, día de especial devoción, ayuno y abstinencia. (O)