Los “movimientos yogurt” en Cuenca

Jorge Durán Figueroa

En Cuenca, la actividad política vive una sequedad, literalmente, apenas superada por la del desierto de Atacama.
La otrora ciudad política por excelencia, generadora de pensamiento crítico, vive su peor momento, consecuencia del dinamitazo a los partidos políticos, hablamos de partidos con ideología definida, que formaban a su militancia, que defendían principios, que sus militantes mostraban con orgullo su carnet de afiliación; y entre ellos sobresalían hombres y mujeres que se expresaban con propiedad y en buen español, que hasta se vestían con elegancia y a los que, en mis viejos tiempos de reportero, era grato, un desafío hasta cierto punto, entrevistarlos, preparándose bien para no hacer el ridículo.
Por su puesto que también había uno que otro despistado. Pero era la excepción.
Ahora, en tanto en cuanto movimientos, constituyen cuevas donde abundan la mediocridad, el sapismo, lo superfluo, el transfuguismo; y, de verdad que, en muchos casos, da pena ver o saber que sean parte de un Concejo Cantonal, de una Junta Parroquial, del Gobierno Provincial, o de lo que sea; y de quienes no se sabe ni sus nombres, y acaso ya ni importa.
Todos esos movimientos, como bien anotó el columnista Rafael Oyarte, con nombres de yogurt. Yo añadiría, fabricados por quienes, en su momento tuvieron cierta chispa política, por ser “bohemio y bacán”, porque fueron alcanzados por el bicho de la popularidad, o, simplemente porque probaron suerte.
Y esos lácteos de mal gusto, sin información nutricional que diga bajo en inteligencia, alto en mediocridad, cuando está ocurriendo “casos y cosas” en el municipio cuencano hacen de topos, no dicen ni pío, duermen el sueño de los justos o, simplemente, les importa un bledo la ciudad.
¿Alguien ha oído o leído que cuando menos uno, uno de esos movimientos con nombres de yogurt haya dicho algo; no únicamente ante el referido caso, sino ante tantos otros que atañen a la ciudad, a la provincia, ¿a la región? Nada.
Se pasó de la partidocracia a la movimientocracia. Llevados por la novelería o la sociología de picota muchos aplaudieron el fin de los partidos. No es que eran sacrosantos, pero hacían de la política una actividad viva, sustanciosa, comprometida; analizaban, debatían los problemas, se apersonaban de las denuncias, no eran meros espectadores ni suplefaltas en los camerinos.
Por eso la calma chicha, la modorra política, el conformismo, cunden en Cuenca, ciudad que ha perdido presencia y fuerza en el contexto nacional.
¡Muerte electoral a los movimientos con nombres de yogurt! (O)

Lcdo. Jorge Durán

Periodista, especializado en Investigación exeditor general de Diario El Mercurio

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